Coliseo romano
Hasta el siglo XX ningún edificio superó en capacidad al anfiteatro Flavio, el Coliseo, destinado a acoger las sangrientas diversiones con que los emperadores cortejaban al pueblo de Roma.
Juegos de gladiadores, batallas navales,
luchas con animales… El anfiteatro Flavio, más conocido como Coliseo, quizá por la colosal estatua de Nerón que se alzaba en las cercanías–,
constituía parte del entretenimiento público de la antigua Roma. La famosa
expresión latina panem et circenses (pan y circo) resumía todo lo que los
gobernantes de la urbe requerían para manejar a la plebe y mantenerla
entretenida. Hasta
50.000 espectadores podían participar de las sangrientas diversiones
con que los emperadores cortejaban al pueblo. Son muchos los mitos en torno a
la lucha de los gladiadores. Por ejemplo el gesto del pulgar hacia abajo que
determinaba la muerte de un vencido o la fórmula con que los prisioneros
condenados a luchar saludaban al emperador Claudio: “¡Ave César! Los que van a
morir te saludan”. Pero más allá de estos detalles, todo lo demás parece haber
sido cierto, dramáticamente cierto: el espectáculo de la sangre derramada
exaltaba los ánimos de los espectadores, que quedaban atrapados por la adicción
al anfiteatro.
La construcción
del Coliseo empezó bajo el emperador Vespasiano, en torno al año 71 d.C., en un
espacio que había quedado liberado tras el incendio de un anfiteatro anterior
levantado casi cien años atrás. La inauguración –cuyos festejos se prolongaron
durante cien días– se produjo en el año 80 y ya bajo el reinado de su hijo
Tito. Finalmente, el emperador Domiciano culminó las obras en el 82, añadiendo
un último piso. El sitio donde se llevaban a cabo los juegos era un óvalo de 87
por 55 metros, con piso construido en madera y debajo del cual se ubicaban los
túneles y mazmorras en donde se encontraban los prisioneros, gladiadores y
animales.
El Coliseo de Roma contaba originalmente con 80 filas de gradas. Tenía capacidad para 109.000 espectadores,su longitud de 189 metros, 156 de ancho y 48 metros de altura.
Es una enorme
elipse que podía albergar a 50.000 espectadores alrededor de un óvalo central.
Contaba también con 80 entradas que permitían un rápido ingreso y evacuación.
El acceso desde
los pasillos internos hacia las gradas se efectuaba a través de 252 vomitorios,
llamados así porque permitían el ingreso de gran cantidad de gente poco tiempo.
Los palcos poseían una antesala y se distribuían de acuerdo al status social. De
estructura interior radial, estaba organizado en cinco niveles en los que se
agrupaba la muchedumbre, con áreas delimitadas según la clase social: cuanto más
cerca de la arena se hallaban mayor era el rango al que pertenecían.
Tras las célebres
ejecuciones de cristianos, desde el siglo VI los juegos de gladiadores cayeron
en desuso. Después el edificio sufriría cuatro terremotos, y ya entrada la Edad
Media se convirtió en la cantera de Roma. Pese a perder casi por completo la
parte sur durante siglos de expolio, aún hoy en día domina majestuosamente el
paisaje de Roma.
En la lejanía del oscuro siglo VIII, el historiador Beda el Venerable ya predijo: “Mientras siga en pie el Coliseo, seguirá en pie Roma. Cuando caiga el Coliseo, caerá Roma. Cuando caiga Roma, caerá el mundo”.
En la lejanía del oscuro siglo VIII, el historiador Beda el Venerable ya predijo: “Mientras siga en pie el Coliseo, seguirá en pie Roma. Cuando caiga el Coliseo, caerá Roma. Cuando caiga Roma, caerá el mundo”.
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