En estos tiempos
de listas es bueno recordar una de las más famosas de la humanidad, la madre de
todas las listas: las siete maravillas del mundo antiguo. Hubo un tiempo en que
nadie que se considerara culto podía dejar de enumerarlas, como no podía
ignorar los doce trabajos de Hércules o los nombres de las musas.
De ellas, de las
maravillas, esos siete magníficos del ingenio humano, cinco edificios y dos
estatuas gigantescas, solo queda una en pie, la Gran Pirámide, y muy distinta
de lo que fue; a las otras seis, el coloso de Rodas, los jardines colgantes de
Babilonia, el templo de Artemisa en Éfeso (en cuyo interior se veneraba el
ídolo de ébano de la diosa recubierto de mamas "o escrotos de toros"), el
mausoleo de Halicarnaso, el Zeus de Olimpia y el faro de Alejandría las ha
barrido, despiadado, el viento de la Historia.
Todas esas siete
maravillas formaban parte de las grandes civilizaciones que conquistó Alejandro
Magno. Estos venerados monumentos fueron reconocidos como tales cuando el
pintor neerlandés Maerten van Heemskrerck realizó en el siglo XVI siete cuadros
representativos de cada lugar. Cada representación se basó en restos y
evidencias aunque estas fueran difusas como sucedió con los Jardines Colgantes
de Babilonia.
Estas maravillas
han sido relatadas por los antiguos griegos, más específicamente durante la
época helenística, alrededor del siglo III a.C.
Los cronistas
helenos que las seleccionaron conocían principalmente el Imperio de Alejandro
Magno, por lo que la gran mayoría de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo se
encuentran dentro de ese espacio. Por ese motivo no se incluyen entre ellas ni
obras arquitectónicas de América ni del Lejano Oriente. Tampoco figuran otras
grandes construcciones de la Antigüedad –como el Coliseo Romano– porque son
posteriores a la época helenística.
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Pintor Maerten van Heemskrerck
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Gran Pirámide de Guiza
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Jardines Colgantes de Babilonia
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Templo de Artemisa en Éfeso
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Mausoleo de Halicarnaso
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Estatua de Zeus en Olimpia
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Faro de Alejandría
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Coloso de Rodas
Las siete
maravillas coexistieron un periodo breve: del 300 al 227 antes de
Cristo, cuando se derrumbó el coloso. Manfredi subraya
que se las seleccionó por lo que tenían de desafío a la naturaleza, de retos
tecnológicos en una época, la helenística, que valoraba la capacidad del ser
humano de realizar cosas verdaderamente grandiosas. En ese sentido la lista es
heredera del espíritu que animó el Museo y la Biblioteca de Alejandría, de “una
edad fantástica, increíble, osada”, y de “una civilización que creó la
conciencia de que no hay nada imposible”.
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